El hormigón ha sido uno de los elementos de construcción más habituales en todos los tiempos. Hoy queremos repasar la historia del hormigón, concretamente sus orígenes que se remontan al imperio romano.
Los romanos fueron algunos de los constructores más prolíficos de la historia. A ellos se debe la creación de templos, edificios gubernamentales, fuertes, caminos, acueductos, teatros, mercados y monumentos que se cuentan por cientos en todo el mundo mediterráneo. El secreto de su increíble cantidad de construcciones, así como la durabilidad de estos proyectos, es el hormigón.
La historia del Hormigón
Pero el hormigón no fue inventado por los romanos. Hay indicios de que el hormigón ya existía en los antiguos pueblos del Mediterráneo, que fue utilizado por los habitantes de la antigua Macedonia y Minoa en Grecia. Sin embargo, la mezcla que se usaba no era verdaderamente eficaz y rara vez se encuentra. Los romanos desarrollaron una nueva receta para el hormigón, utilizando puzolana, una ceniza volcánica fina que se encuentra en el sur de Italia, que se mezcla con cal y agua para crear una forma, resistente de hormigón.
El hormigón romano fue llamado opus caementicium, es decir, el hormigón que se mezcló con piedras pequeñas. Las piedras, unidas con el hormigón, añaden fuerza y eso significa que se requiere menos hormigón real para llenar un espacio. El hormigón romano también era único en que, debido a su composición química, podía endurecerse bajo el agua, permitiendo que los romanos construyen muelles, puertos y puentes más fuertes, e incluso bases para las ciudades.
Imaginar la construcción de un templo de piedra como lo hacían los griegos. Cada losa de piedra era grande y pesada, y tenía que ser tallada antes de ocupar su lugar. Ahora imagina la construcción con hormigón. Los materiales pueden ser transportados al sitio y vertirse en cualquier forma que necesite el constructor.
El hormigón es mucho más barato que la piedra y generalmente también más ligero. El hormigón permitió a los constructores romanos hacer edificios de diferentes formas, con partes más fuertes que no requieren una gran cantidad de refuerzo. Por lo tanto, es barato, fuerte, duradero y fácil de manipular.
Gracias a todo ello, lo que los romanos fueron capaces de construir aumentó de forma exponencial, lo que lleva a un período de construcción y el desarrollo arquitectónico de un tamaño y una escala tal que los historiadores lo llaman la revolución del hormigón.